Soy una fiera en una jungla de asfalto

El ser humano es el único animal que se encierra en su propia realidad. Ahí es víctima de su propia frialdad, de sus bloqueos. Es en este encierro donde quiere pasar el tiempo sin dejarse herir; irónico.

Si hablamos de encierros, es muy cierto que cada quien escoge su jaula; de cristal, de concreto, o hasta una burbuja. Y si elegimos aislarnos en una una jaula de cristal, es probable que podamos verlo todo; el drama, los chismes, y hasta ver la vida en pausas.

La vida es una jungla de asfalto, en donde el ser humano elige si perderse entre los llanos cubiertos de retos, o encerrarse en su zoológico mental, donde será espectador, pero presa de sus propios miedos por enfrentar su realidad.

Confieso que a ratos suelo sumergirme entre la inmensidad del mar que representan esos pensamientos que son olas que rompen mi tranquilidad, originados por una ansiedad que no siempre puedo controlar. Es ahí donde soy una orca que llora en silencio entre la oscuridad, porque teme llegar a los más profundo, a esos rincones que en realidad son vacíos dentro de mi alma.

En tierra firme he aprendido a ser una pantera que lo observa a todo; a escondida entre los muros de asfalto.

Sobre las calles soy una pantera sigilosa, hambrienta, que se lanza al cuello de su presa cuando debe defenderse. Porque por más afiladas que una criatura tenga las garras, siempre habrá un depredador dispuesto a buscar como clavar el puñal en el corazón de una fiera.

Pero es en el aire donde vuelo con esplendor; con alas que se baten ligeras, majestuosas.

Soy esa ave que canta para sanar su alma, que analiza el terreno ideal que pisará antes de aterrizar.

En el aire soy ave la que nunca podrán robarle el regalo de su libertad. Mi alma está destinada a volar. Podrán intentarme cazar, pero jamás me podrán cortar las alas para soñar.